
La inteligencia artificial (IA) necesita entrenar antes de poder actuar. En eso también se parece al cerebro. Y, sin embargo, su aprendizaje no para de generar enfrentamientos con los seres humanos. Miles de artistas acusan desde hace tiempo a la nueva tecnología de fagocitar sin autorización ni compensación sus obras, para dibujar, filmar o escribir como ellos. Ya hay incluso denuncias en tribunales. Parte de los creadores exigen al menos un pago por derechos de autor. Pero otros no quieren contribuir de ninguna manera a mejorar con sus trabajos lo que consideran un ladrón y un potencial rival en el mercado. Y entre ambas posturas, el avance de la IA y los posibles impactos positivos y negativos, se coloca un proyecto de Real Decreto del Ministerio de Cultura que quiere proteger a los autores, pero también ha encendido las alarmas de algunos. Tanto que ayer lunes, plazo final para las aportaciones públicas, trasladaron por correo electrónico al departamento que dirige Ernest Urtasun su preocupación.