
La tecnología, igual que la moda, suele sugerir la idea de un presente absoluto. Cuando está en su apogeo, somos incapaces de concebir nada más perfecto ni más avanzado. Cuando te compras un teléfono nuevo, no te paras a pensar en cómo será el siguiente. Es puro presente, sin filtros. Perfección, nitidez, eficacia: cuesta pensar que, pasados unos años, la app o los pantalones que ahora adoptamos con entusiasmo tendrán un regusto retro.